
La aparición de las redes sociales, sobretodo de Facebook, ha propiciado un nuevo ciberactivismo mediante el cual los ciudadanos pueden intercambiar opiniones, denunciar hechos injustos o presionar a los poderes públicos. Por ello, muchas ONGs comenzaron a ofrecer a sus públicos un espacio en el que se convirtieran en una parte activa de las causas por las que trabaja la organización.
Sin embargo, el “boom” de la Web 2.0 hizo que estas organizaciones vieran a Internet como su principal aliado para comunicarse con sus stakeholders (quienes pueden afectar o son afectados por las actividades de una empresa) y, consecuentemente, aumentar los apoyos sociales y económicos.

Primeramente, tuvo lugar la presencia del cibervoluntarismo, o lo que es lo mismo, aquélla aplicación que permite a cualquier usuario convertirse en un apoyo para el trabajo que desarrolla la ONG. Así, y de una forma rápida y sencilla, cualquier persona puede adherirse a una entidad y trabajar de forma no remunerada por su causa.
Pero la adaptación de las ONG españolas al nuevo panorama digital es muy reciente. De hecho, casi todas las investigaciones que han analizado el papel de la Web 2.0 en este tipo de organizaciones datan del año 2009.